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Ley de Siete o Ley de Octava

Es la otra Ley fundamental y describe al Universo en términos de vibraciones que proceden a través de todos los tipos y densidades de materias. Esta Ley expresa que las vibraciones no son continuas sino que son discontinuas, sufriendo puntos de inflexión donde las vibraciones se aceleran en un punto, se retardan en un segundo punto y en un tercer punto son directamente desarmonizadas.

Es también la Ley Cósmica de Armonía que subyace en todos los fenómenos materiales, revelando la interconectividad de fuerzas en todo lo que existe. La Ley de Octava se observa tanto en fenómenos físicos como la luz (que se manifiesta en los siete colores del espectro visible) y en el sonido (expresada en la escala diatónica de 7 notas musicales).

La ley de Octava es un sistema de medición que puede ser aplicado tanto a fenómenos astronómicos, como a la física de la luz y del sonido, a ritmos biológicos y por supuesto a nuestras vidas personales.

 

En la base de la Ley de Octava, está implícito el principio de Trinidad en la Unidad. En otras palabas, la Ley de Octava es la huella digital de la acción de Dios en el Mundo Natural.

Uno de los ejemplos más claros acerca de la Ley de Octava es el del Cristal de Nieve, cuya perfecta y equilibrada simetría inexorablemente siempre es una estrella de seis puntas o armónico hexágono, cuyos rayos se expanden hacia afuera desde un núcleo central interno. Este siempre presente núcleo central, unifica la ramificación de la sextuplicidad en la unidad. Creando por tanto el número sagrado 7.

No es casualidad que desde la más remota antigüedad, uniformemente se haya atribuido un carácter sagrado al número SIETE, asociándolo a la idea de Totalidad y finalmente a la relación entre Dios y el Hombre.

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